Tomando distancia de partidos políticos, administraciones públicas y demás yerbas, entre todos los éxitos, conquistas y aciertos de la democracia dominicana, nuestra educación brilla como un fracaso que atrae hacía sí un todo, un plato podrido en medio de una mesa bellamente servida. Desde nuestra incapacidad para vernos a nosotros mismos, pasando por cómo nos tratamos unos a otros, manifestado en violencia, corrupción, negligencia, y en fin, todo aspecto social, podríamos asegurar que el sistema educativo dominicano es nuestro Saturno particular, aquel dios romano que engullía a sus propios hijos.

Para la “Evaluación Diagnóstica Nacional 2022”, el ministro Ángel Hernández ya advertía: “En la República Dominicana la educación está estancada en todos los niveles (…) los niños no aprenden ni siquiera lo básico”, y no es para menos, en esta misma evaluación se revela que solo un 17% de los alumnos logró una calificación satisfactoria en Lengua Española y otro 19% en Matemáticas, de 6,351 evaluados en tercero de primaria. Que solo un 33% logró cifras positivas en Español, en Matemáticas 0.7% y en Ciencias de la Naturaleza 8.7% para sexto, también de primaria.

Pese a haberse construido cientos de escuelas en todo el país, desarrollado gabinetes, subgabinetes, gabinetes de gabinetes, ser respetado el 4% del PIB dedicado a la educación, y la inversión por estudiante haber pasado de 48,916 pesos para el 2013, a 110,663 pesos en el 2022, no ha habido ninguna mejora reseñable en la educación dominicana, salvo la disposición de un gobierno que, a diferencia de todos los anteriores, se ha esforzado en brindarnos un diagnóstico serio de la situación actual.

Tanto nuestros alumnos como nuestros profesores, ocupan los peores lugares en las pruebas de desempeño académico del mundo, la tasa de deserción también compite por estos lugares; nuestra Asociación de Profesores se comporta como una mafia que no solo se adjudica un 1% del salario base de cada profesor, sino que, permeada por la politiquería mas rastrera, lucha, manipula y chantajea porque todo siga igual, así su negocio sigue siendo el mismo, sin nunca dar nada a cambio.

Amable lector, le diría que necesitamos con urgencia un sistema nacional de escuelas públicas de música, dado nuestro talento y afición a esta; que incluyamos filosofía a nuestro currículum académico, -por eso del desarrollo del pensamiento crítico-, lenguaje de programación, administración, idiomas, y sobre todo, civismo, por lo mal que nos ha salido decirle a nuestra población sus derechos pero no sus deberes. Pero para no entorpecer más el espíritu que mueve este articulo, sugiero más bien hacernos algunas preguntas para tratar, así, de incentivar el debate:

¿De qué sirve perpetuar un sistema educativo basado en repetir y memorizar?
¿De qué sirve o ha servido La Asociación Dominicana de Profesores (ADP)?
¿Nuestras escuelas responden a nuestra cultura?
¿Qué sobra?
¿Qué falta?
¿Qué esperamos para incluir a toda la sociedad en una reforma integral educativa?
¿Seguiremos haciendo lo mismo esperando resultados distintos?
¿Algún día tendremos un gerente como ministro de educación?

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