“…cuán presto se va el placer/ cómo después de acordado/ da dolor/ cómo a nuestro parecer/ cualquiera tiempo pasado/ fue mejor”… dice el final de la primera estrofa de las coplas del poeta medieval español Jorge Manrique en memoria de su padre muerto… la palabra nostalgia deriva del griego nostos, que significa regreso o también evocación. El poeta ecuatoriano Alfonso Barrera define a la nostalgia en un poema de dos líneas: “Como si por los árboles un niño/ buscara las señales de su casa”. Ese regreso al pasado, que es un ejercicio de la mente porque nadie puede volver a vivir, es a veces un balance y otras simplemente un escape de la realidad que se presenta demasiado dura o demasiado cruel.

La nostalgia es también un componente del arte en todas sus formas, no solo de la literatura, sino también de la música, de la pintura, y aunque hay determinadas ciencias que se dedican a investigar el pasado de la humanidad con un estricto sentido crítico, quisiéramos creer que, en cada historiador, en cada arqueólogo o inclusive en cada sociólogo, debe de haber un nostálgico, alguien que trata de traer el pasado al presente.

El historiador Marc Bloch dice que en cada investigación del pasado los historiadores tienen que buscar, obligadamente, “el olor de la carne humana”, y es precisamente esa preocupación por el pasado lo que nos lleva a otra cuestión, conocer el ayer de la humanidad es una manera de evolucionar, de hecho, fue el filósofo y escritor hispano-estadounidense George Santayana quien dijo alguna vez: “Quienes no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”. De ahí que “ejercer” la nostalgia, traer el pasado al presente, puede resultar además un saludable ejercicio para no cometer ciertos errores, pese a que un viejo refrán afirma que el único animal que mete “la pata” dos veces en el mismo hoyo es el ser humano.

Y aunque vivimos en un mundo que, además de rendirle culto a la ignorancia practica también la desmemoria, a veces con la excusa de que el mundo camina hacia adelante, una dosis de nostalgia puede servir para regresar a los ayeres felices, para rescatar los mejores recuerdos, los tiempos en que nos movían ideales superiores y reconciliarnos con el pasado para superar esa condena a repetir errores que caracteriza a todas las sociedades.

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